
La razón poética es una de las señas de identidad de la filosofía de María Zambrano. Esto significa que para conocer la realidad no basta con acercarnos a ella a través de la razón, sino que hay que hacerlo también a través de la poesía, la novela, las leyendas, las religiones y los mitos. Una historia que solo se base en los hechos acaecidos siempre quedará incompleta. Además, María Zambrano utiliza un lenguaje sugerente lleno de metáforas y símbolos con el que realza poéticamente los contenidos. Vamos a tratar de ver algunos detalles de cómo analiza ella el tema de la historia.
Aristóteles definió el conocimiento objetivo y puro como un “saber desinteresado”, y Ortega y Gasset nos mostró cómo el pensamiento “surge de la necesidad”. Siendo la historia la acción más humana del hombre, ¿se puede conocer la historia de una manera objetiva y desinteresada? Y si así fuera, ¿se trataría de un conocimiento útil y necesario? ¿Podemos reflexionar sobre los hechos históricos con la misma impasibilidad que reflexionamos sobre los objetos que nos rodean?
Aunque estas preguntas son importantes, María Zambrano cree que antes de cualquier otra consideración, el punto de partida para plantearnos el tema de la historia es nuestra propia actitud, que para ella tiene que ser parecida a la de un espectador de una tragedia griega. Este espectador contempla lo que allí se representa como una historia que aún no ha pasado del todo, que aún sigue vigente, y al mismo tiempo se va dando cuenta de que lo que allí está pasando lo ayuda a conocer mejor lo que a él mismo le acontece cada día. ¿Acaso han pasado y han perdido su vigencia las historias de Antígona y de Edipo? Hay cosas que nunca acaban de pasar. La historia no es un relato de acontecimientos que se lleva el viento o se olvidan encuadernados en una estantería.
El conocimiento de la historia no es un capricho, pues con frecuencia buscamos en ella el sentido de nuestra vida, ya que la historia no es un relato de acontecimientos perdidos en el tiempo, sino que, al contrario, estos acontecimientos, digamos externos, son consecuencia de lo que en nuestras vidas está ya aconteciendo. Algo así como si nosotros fuéramos responsables virtuales de la historia o la viviéramos con un sentido de moralidad. Además, con el conocimiento histórico estamos recobrando nuestro pasado y con él la verdadera dimensión del tiempo. Porque el tiempo real de nuestra vida no es una simple sucesión de ahoras o de momentos, ni algo que se va desvaneciendo hacia atrás en la lejanía. Cada uno de estos ahoras que tenemos que vivir contiene una pregunta que necesita ser descifrada y busca su respuesta en ese tiempo pasado que arropa las raíces de nuestra vida. “Y así – dice María Zambrano – el gesto de aquel que se inclina sobre las cosas pasadas para ponerlas bajo la luz, ante la vista de todos, es un gesto de protagonista de tragedia”.
La pregunta por lo que hemos hecho anteriormente cada uno de nosotros puede ser angustiosa. ¿Qué es lo que yo he hecho? ¿Que han hecho otros que a mí tanto me afecta? Se pregunta Edipo. Esta angustia tiene su origen en un pasado ignorado, que cuando se esclarece produce una liberación. Pero el saber histórico no se refiere solo a lo que yo he hecho, sino también a lo que han hecho otros. A eso que se ha hecho de forma impersonal que lleva el sello del destino y le da a mi vida personal un toque de tragedia griega. Porque nadie vive solo, y todos vivimos las consecuencias de unos sucesos que nos obligan a tener que rescatar nuestra esperanza de una trama que nos envuelve y de la que somos inocentes. A medida que se van resolviendo los enigmas, solo la esperanza así rescatada y que ha sido capaz sobrevivir a todos ellos, se va reafirmando y termina reconciliando nuestra conciencia con nuestra vida.
María Zambrano compara el rescate de la historia con unas ruinas. Las ruinas son lo que queda de algo, como la historia es lo que podemos rescatar de lo que pasó. Nunca podremos reconstruir todo lo que pasó. De los acontecimientos pasados solo conoceremos lo que quedó de ellos: sus ruinas. Las ruinas son como una tragedia escrita por el tiempo, pero también nos producen cierta fascinación, porque siempre parece que guardan algún secreto. Su contemplación tiene un efecto purificador por cuanto ese derrumbe material de lo que allí hubo parece mantener algún sentido. Incluso parece que muestran la huella de algo que no se manifestaba en el edificio cuando estaba completo. Algo derrumbado solo alcanza la categoría de ruina cuando sirve de soporte a un sentido. Las ruinas nos muestran un punto de encuentro entre nuestra vida personal y la vida histórica, y una perspectiva que aúna el tiempo pasado del que ellas vienen, con el tiempo por venir que su permanencia futura nos anuncia.
Fotografía.- Ruinas de Medina Azahara, Córdoba