
Erwin Schrödinger nació en Viena en 1887 y en ella muró en 1961, lo que no significa que pasara allí plácidamente los 73 años de su vida. Hijo único de una familia acomodada que vivió en una época de un enorme florecimiento cultual en toda centroeuropa, recibió la educación privilegiada y exquisita que ambas circunstancias pudieron darle. Estas facilidades iniciales unidas a las dificultades a las que tuvo que hacer frente más tarde, forjaron en él una personalidad interesante no exente de rebeldía.
Después de trabajar en un laboratorio y cuando estaba a punto de iniciar su etapa como docente le sorprendió la Primera Guerra Mundial, en la que participó como oficial de artillería. Tras la guerra los negocios de su familia no van bien y su situación económica no es buena. En 1920 se casa y va aceptando sucesivos puestos de trabajo en Jena, Stuttgart y Zurich. En esta última encuentra bastante estabilidad pero es diagnosticado de tuberculosis, lo que lo obliga a una larga recuperación de nueve meses en los Alpes suizos. En 1926 publica su famosa ecuación de onda, conocida desde entonces como “Ecuación de Onda de Schrödinger”, que se convierte en una ecuación fundamental para el desarrollo de la física cuántica. En 1927 pasa a ocupar una cátedra en Berlín para cubrir la baja por jubilación de Max Planch.
En 1933, con la llegada al poder de Hitler y horrorizado por el antisemitismo nazi decide abandonar Alemania y acepta una plaza no docente en Oxford, donde nunca llegó a encontrarse a gusto, y donde al final de ese año recibió la noticia de que había sido galardonado con el premio Nobel de Física, honor que compartió con Paul Dirac. En 1936 acepta el cargo de catedrático de Física Teórica en la Universidad de Graz en Austria, pero dos años más tarde, tras la anexión de Austria por la Alemania nazi, es destituido y acosado y recibe instrucciones de no abandonar Austria. Schrödinger consigue salir de su país. En 1940 se establece en Berlín donde permanece hasta su jubilación en 1955 siendo entonces director de la Escuela de Física Teórica.
Como le ocurría a Einstein, por el que sentía una gran admiración, a Schrödinger no le gustaba trabajar en equipo. Él mismo lo dijo así:“En mi trabajo científico, así como en la vida en general, nunca he seguido una línea maestra, un programa que definiera una dirección durante mucho tiempo. Me cuesta trabajar en equipo, incluso, desgraciadamente, con estudiantes. Mi obra a este respecto tampoco llega a ser del todo independiente, ya que si una cuestión ha de interesarme, a otros debe pasarles lo mismo. No suelo decir la primera palabra, sino la última, puesto que mi motivación es habitualmente un deseo de protestar o arreglar los problemas”.
En el ámbito personal, Schrödinger fue un gran seductor, un conversador formidable que vestía con cierto desenfado y disfrutaba seduciendo a sus amigos, a sus alumnos, al auditorio de sus conferencias y a las mujeres. La invitación que recibió para establecerse en Irlanda vino directamente del mismo de Valera. Su vida sentimental fue exuberante. Basta recordar que tuvo tres hijas de tres mujeres distintas, ninguna de las cuales fue su esposa, de la que nunca se separó. Cuando residió en Oxford vivía con dos mujeres, lo que le causó algunos problemas en los ambientes más conservadores de la ciudad. Aunque tuvo muchas aventuras, él no se consideraba un vulgar don Juan, sino alguien que necesitaba del amor para estimular su labor creativa.
Schrödinger fue un hombre de una cultura muy extensa. Sintió atracción por el misticismo, la teoría de la evolución, la poesía o la metafísica, a la que le dedicó algunos escritos. Tenía de la vida un sentido estético, le gustaba lo bello, y en sus ratos libres practicaba algunas actividades plásticas como el dibujo o la escultura. De su extensa producción científica se suelen destacar su ecuación de onda en el ámbito de la física profesional y su famosa paradoja llamada “El gato de Schrödinger” en un ámbito más divulgativo. La ecuación de onda la comentaremos otro día. El cuento del gato es un cuento de ficción con el que trata de explicarnos cómo evolucionan los observables o variables de un sistema cuántico. Dice así:
En una celda tenemos encerrado un gato. En la celda hay una botella de gas venenoso y un dispositivo que contiene una partícula radioactiva con una determinada probabilidad de desintegrarse. Si la partícula se desintegra se acciona un mecanismo que rompe la botella de gas venenoso y el gato muere. Si la partícula no se desintegra el gato no muere. Como la celda está cerrada y no tiene ventanas, nosotros, desde fuera no podemos saber si el gato está vivo o muerto. Si en un momento dado alguien nos preguntara si el gato está vivo o muerto, ¿qué responderíamos? Las leyes de la física son incapaces de fijar el momento de la desintegración, ya que solo nos dan probabilidades. Mientras no se abra la celda la desintegración tiene y no tiene lugar al mimo tiempo, por lo que la respuesta correcta desde la mecánica cuántica es que el gato está vivo y muerto al mismo tiempo. Esto ocurre siempre. De los posibles valores que puede tomar en cada instante una variable de un sistema cuántico solo podemos conocer uno, que será el que se nos revele al hacer una medida. En este caso, hacer una medida es abrir la puerta, y solo entonces conoceremos si el gato está vivo o muerto.
Fotografía: Quinta Conferencia Solvai. Esta conferencia o congreso se celebró en 1927. Schrödinger es el sexto por la izquierda de la fila superior. La única mujer de la fotografía es Marie Curie.
Curioso personaje, pero absolutamente desconocido para mi.
Un abrazo
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Gracias Jesús por tu comentario. Ya sabes que no me sobran. Un abrazo
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