
En un análisis que excluye a los esclavos, artesanos y mercaderes, Aristóteles considera que en algún momento de su existencia el hombre puede elegir entre tres tipos de vida: la vida del disfrute de los placeres, la vida dedicada a los asuntos de la polis o ciudad estado y la vida del filósofo. Ni las labores domésticas ni el trabajo tenían dignidad suficiente para ser considerados como una forma de vida.
La vida consagrada al disfrute de los placeres no necesita ninguna explicación y en ella los griegos eran verdaderos expertos. La forma de vida entregada a los asuntos políticos era muy estimada, pues ellos no consideraban la polis o ciudad-estado como si fuera un medio para mantener unidos a los hombres, sino, simplemente, como un modo de organización libremente elegido. La vida del filósofo estaba dedicada a las cosas o asuntos donde no era posible la injerencia humana.
Esta posible elección se la planteaban los griegos como posibilidad de una segunda vida, una vida de madurez, después de culminar y dejar bien organizada la vida familiar. Cuando esto ocurría y la vida familiar quedaba en manos de las mujeres y los esclavos, ellos, los hombres, libres de otras ataduras, optaban por una de estas vidas entregadas a los placeres, la política o la filosofía. Entre ellas destaca lo que Aristóteles llamaba “la vida buena”, que era una vida repleta de acciones justas y nobles, vivida con virtud ética e intelectual, reservada a los afortunados que, una vez superadas las necesidades vitales, podían permitirse el lujo de vivir al margen de todas las labores de la vida doméstica. Esta “vida buena” se podía practicar con facilidad dedicándose a los asuntos de la polis, marcando así la diferencia entre la vida privada y la vida pública, según que éstas se desarrollen en el ámbito familiar o político. En la familia imperaba la desigualdad; en la vida pública todos eran iguales. En La esfera doméstica los hombres vivían juntos por la necesidad compartida de mantener sus propias vidas. En consecuencia en ella se incluían las actividades económicas y productivas encaminadas a preservar la vida individual y la supervivencia de la especie. En cambio, la esfera de lo público era para ellos la esfera de la libertad, pues la asociación política solo era posible dotando a sus miembros de libertad e igualdad. La necesidad regía en la vida familiar y la libertad en la esfera de lo público. Por esa necesidad el jefe de familia podía gobernar su casa -familiares y esclavos- con mano dura; la libertad, en cambio, era el camino hacia la felicidad, esa felicidad que los griego llamaban eudaimonia, que era algo así como un estado objetivo que dependía sobre todo de la riqueza y la salud. Quien optaba por la vida pública renunciaba a cualquier actividad que sirviera para ganarse la vida y a las labores relacionadas con la vida doméstica, a pesar del riesgo que suponía dejarlo todo en manos de familiares y esclavos.
Participar en los asuntos de la polis no ponía en peligro los bienes de cada uno. La defensa del ámbito de lo privado por parte de la polis era absoluta, aunque no tanto por respeto a la propiedad privada en el sentido que nosotros le damos hoy, sino más bien porque consideraban que sin poseer una casa que le perteneciera, un sitio donde asentarse, el hombre no podía tomar parte en los asuntos más elevados que se debatían en el ágora y en la asamblea. Además, tomar parte en los asuntos de la polis era para los griegos algo más que una simple actividad. Era el camino que les permitía huir de la banalidad de la vida doméstica y dedicar su tiempo a los asuntos importantes, a los asuntos públicos, donde podían gozar de la admiración de los demás, pasar a la historia e incluso encontrar una vía hacia la inmortalidad.
A esta clase de vida dedicada a la política, que fue posible gracias a la fundación de la polis o ciudad-estado, la llamó Aristóteles “bios politikos”, y los instrumentos que para ella se necesitaban eran habilidad para el discurso y capacidad para la acción, actividades en las que ellos experimentaban la libertad. Al principio estas dos actividades se consideraron del mismo rango, ya que la mayor parte de la política se realiza con palabras, y escoger las palabras adecuadas en el momento que son necesarias se puede interpretar como una acción. Con el tiempo, discurso y acción se fueron separando y el discurso ganó terreno sobre la acción porque pensaban que el arte de la política era el arte de persuadir mediante el discurso. La esencia de la acción política era el debate. Vivir en la polis y dedicarse a la política significaba que todo había que negociarlo o conseguirlo por medio de la persuasión, es decir, a través de la palabra, renunciando por completo a la imposición y a la violencia
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