
Cuando finaliza el siglo diecinueve no hay una filosofía que domine con fuerza el panorama filosófico. El boom del idealismo había pasado con el positivismo de Comte y las tendencias dominantes eran el psicologismo y el historicismo, que en cierto modo reducían la filosofía a la psicología y a la historia. Edmund Husserl (1859-1938) se propone acabar con esta situación devolviendo la filosofía a su condición de ciencia rigurosa, y su obra da lugar a la tradición filosófica llamada Fenomenología.
Matemático de formación, Husserl pretende hacer de la filosofía una ciencia exacta. Quiere unificar el racionalismo de Descartes y el empirismo de Hume, y para ello necesita analizar la experiencia inmediata anterior a nuestro razonamiento, mediante un examen de la conciencia y de los procesos mentales que permiten conocer los fenómenos fundamentales de dicha experiencia.
En la conciencia se reúnen todas nuestras vivencias, las cuales son siempre intencionales, ya que una vivencia no se agota nunca en su propio acto, sino que apunta siempre hacia algún objeto. Cuando la conciencia se hace cargo de algún aspecto de la realidad lo que hace es dotarlo de significado, creando un mundo de significaciones que nos permite describir los objetos. En la conciencia se asientan también las intuiciones, a través de las cuales los objetos se nos dan de forma inmediata, aunque no plenamente, pues para ello necesitaríamos contemplarlos desde diferentes perspectivas.
El hombre común tiene ante el conocimiento una actitud natural, en virtud de la cual los objetos están ahí fuera, independientes del sujeto. Esto es realismo. Para los filósofos también existe el idealismo, que reduce la realidad a procesos de conciencia. Para Husserl lo indubitable es la percepción, la percepción como tal percepción, pero en la cual aprehendo el objeto como existente. Sin embargo, como el objeto está fuera de mi conciencia y me trasciende, yo no puedo estar seguro de él y lo dejo ahí, entre paréntesis, sin confirmar su existencia y suspendiendo cualquier juicio sobre el mismo. Yo solo puedo afirmar que he tenido una vivencia en la que se encuentra mi creencia en la existencia del objeto. Esta es la clave de la fenomenología. Husserl la llamó reducción fenomenológica. Con ella nos alejamos de las cosas en sí y nos situamos en la conciencia, para habérnoslas con sus fenómenos, que son la forma como los objetos externos se nos presentan en la experiencia consciente.
Esta reducción fenomenológica también me la puedo aplicar a mí mismo desde mi propia conciencia, con lo que mi yo como hombre físico, real y existente en este momento, queda reducido a mi conciencia pura, con lo cual mis vivencias pasan a ser vivencias de la conciencia pura. Finalmente, también se puede aplicar la reducción fenomenológica a la vivencia misma. Como el objeto tiene muchas notas distintas y no se puede describir en su totalidad, al conjunto de todas estas notas unidas, fundamentándose unas en otras, lo llama Husserl esencia de la vivencia. Por darse en mi vivencia, estas esencias son por lo tanto objetos ideales y no objetos empíricos. No nos ocupamos pues de los objetos que están ahí fuera, sino de fenómenos.
La fenomenología trata, precisamente, de la intuición de estas esencias mediante una descripción de la conciencia, considerándolas, no como contenidos de la propia conciencia, sino como los polos intencionales a los que ella apunta. Por eso la fenomenología se puede definir como una ciencia descriptiva de las esencias de las vivencias de la conciencia pura. La fenomenología siempre me ha recordado al cubismo, como si el proceso que tiene lugar en la cabeza del filósofo que practica la fenomenología fuera parecido al del artista que pinta un cuadro cubista.
Por tratar de esencias y no de objetos empíricos la fenomenología es una ciencia a priori, y por referirse a todas las vivencias, que a su vez apuntan a objetos, es universal. Al aplicar la reducción fenomenológica se establece una relación esencial conciencia-objeto, una correlación sujeto-objeto en la que vemos que éstos no están tan distanciados ni son entes enfrentados. Para Husserl el flujo de vivencias de la conciencia del yo tiene el carácter de absoluto, ya que no necesita de ninguna otra cosa para existir.
Aunque al principio Husserl buscaba el realismo de las cosas, su filosofía termina en un idealismo puro. Julián Marías dice que con Husserl el idealismo alcanza su forma más aguda y refinada, que la fenomenología es un descubrimiento genial y un punto de partida de donde es forzoso arrancar.
Son muchos los filósofos que han utilizado la fenomenología como método de trabajo, entre ellos Scheler y Heidegger. Para el hombre de la calle parece algo complicado, pero merece la pena intentarlo. Si Heidegger se basó en ella para desarrollar Ser y Tiempo, tiene que ser una buena herramienta para comunicarnos con el mundo. Aunque la tarea puede ser ardua y sus resultados no sean inmediatos, para empezar, podemos recordar una cita de Martin Luther King: “No tienes que mirar toda la escalera. Basta con que subas el primer peldaño”.
Fotografía: Cuadro de Picasso de una vieja postal cuyo nombre no he podido encontrar