Sobre los existenciales

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Para Heidegger el hombre es el único ser capaz de preguntarse por su propio ser y por el ser de cuanto lo rodea, por lo que su vida es la respuesta a una honda inquietud que brota de un quehacer diario en pos del ser y de los modos de ser de todas las cosas. Y como el ser del hombre es el existir y éste viene limitado por la muerte, el hombre tiene que preguntarse por el sentido de la muerte. Y como nos trajeron a este mundo arrojándonos a él sin preguntarnos nada, tenemos que pensar en el sentido de este estar arrojados. Y como nuestro existir es en realidad un coexistir con otros seres idénticos a nosotros, tenemos que preguntarnos por esta coexistencia. ¿Y en qué se asienta el ser del hombre que se hace estas preguntas?

El ser del hombre está condicionado por los existenciales, que son como los cimientos en los que se asienta nuestra existencia, a los cuales nunca podemos renunciar. El primero de estos existenciales es el que Heidegger llama disposición afectiva o temple anímico. Nuestra disposición afectiva nace con nosotros y gracias a ella vivimos abiertos al mundo y a nosotros mismos. Es un modo originario del ser del hombre que nos hace abiertos antes incluso de cualquier conocer o querer. Por ella nos abrimos a nuestra condición de arrojados, por ella nos abrimos al mundo, y por ella nos sabemos consignados en un mundo que también se abre para nosotros. De la disposición afectiva derivan entre otros dos modos muy singulares de temple anímico que son el miedo y la angustia.

En segundo existencial del hombre es el comprender, que no tiene aquí el sentido habitual que le damos a esta palabra. Comprender es un acto que se identifica con nuestro propio ser. Algo así como un saber de nosotros mismos o un experimentar nuestro propio ser, incluyendo el saber que cada uno lleva consigo mismo y el saber del nuestro futuro como posibilidad. Esto último le da al comprender un carácter proyectante que nos identifica con nuestras posibilidades, haciendo que cada uno de nosotros sea más de lo que de hecho es en cada momento. El comprender es como un haber o patrimonio de cada uno. Al comprender están vinculados el lenguaje, el discurso y el sentido de las cosas.

Al hombre que es consciente de todo esto y vive guiado por un afán de superación y búsqueda de autenticidad en el despliegue de su propio ser, lo llama Heidegger hombre auténtico. Pero este hombre auténtico coexiste con otros hombres con los que tiene que medirse, y lo primero que observa es que entre él y los demás hay ciertas diferencias, cierta distancia, porque el hombre medio que encuentra a su alrededor, llamémosle hombre impropio, vive en una medianía masificada, sin diferenciarse de los demás, despreocupado por los temas que dan sentido a la vida, y siguiendo unas pautas de comportamiento que a todos los hace casi iguales, dirigidas por la publicidad, los programas de televisión, los espectáculos de masas, los concursos de moda e incluso los telediarios domesticados. En resumen, un hombre gris en una sociedad mediocre. Nietzsche lo describe así: “Todos quieren lo mismo, todos son iguales: quien tiene sentimientos distintos marcha voluntariamente al matadero”. Heidegger dice que este mundo de la medianía se caracteriza por una habladuría que más que comprender al ente del que se habla repite lo que ha oído hablar a otros; una curiosidad que no busca el comprender lo visto sino el ver solo por ver, saltando de una cosa a otra sin quedarse en ningún sitio; y una ambigüedad que no permite discernir entre lo que ha sido y no ha sido abierto en una comprensión auténtica. Estos tres fenómenos caracterizan nuestra condición de estar abiertos al mundo y no son independientes entre sí, pues, por ejemplo, la habladuría controla los caminos de la curiosidad diciendo lo que tiene que ser visto y leído.            

Y a ese mundo dominado por la tiranía de la vulgaridad del hombre impropio es al que el hombre auténtico tiene que incorporarse. Y aquí interviene un tercer existencial del hombre que es la caída, por la cual el hombre, lejos de su modo de ser propio y auténtico, se deja absorber por una convivencia regida por la habladuría, la curiosidad y la ambigüedad. Cuando esto sucede, el hombre auténtico, se pierde en la medianía del hombre impropio y deja de escuchar la voz de su propio sí mismo.

Para que el hombre auténtico pueda ser rescatado de esta pérdida del desoírse a sí mismo, deberá poder encontrar al sí mismo que ha sido desoído en la escucha del hombre impropio, para lo cual se requiere una interpelación de carácter inmediato. Esta interpelación, esta llamada, es la conciencia, que es la que salva al hombre auténtico de caer en la medianía. Esto no significa que el ser auténtico tenga que aislarse de los demás, sino solo que tiene que encontrar la forma de relacionarse con ellos, con los otros, siendo siempre él mismo y sin perderse en el yo mismo del hombre impropio.

Fotografía de Jossiano, Pixabay

Una respuesta a “Sobre los existenciales

  1. patriciareinatoresano@gmail.com

    El lun., 15 mar. 2021 10:16, El blog de Enrique Reina escribió:

    > Enrique Reina posted: » Para Heidegger el hombre es el único ser capaz de > preguntarse por su propio ser y por el ser de cuanto lo rodea, por lo que > su vida es la respuesta a una honda inquietud que brota de un quehacer > diario en pos del ser y de los modos de ser de todas la» >

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