

En su primer viaje a Sicilia, Platón hizo cierta amistad con el rey Dionisio I de Siracusa, autoritario y cruel que gobernaba la ciudad con mano de hierro, a quien conoció a través de un cuñado del rey y amigo suyo llamado Dion. En una charla con Dionisio, a una pregunta del rey sobre lo que había encontrado en Siracusa, Platón le respondió que lo que había encontrado era una tiranía. Dionisio, que esperaba una respuesta elogiosa hacia su persona, montó en cólera y ordenó que lo apresaran, lo llevaran a Egipto y lo vendieran como esclavo, de lo que Platón se escapó por un golpe de suerte.
Platón se ocupó del ser de una manera magistral. Él se pregunta por las cosas que nos rodean y se da cuenta de que no son perfectas. El cristal de esta pantalla en la que estoy leyendo parece limpio, pero realmente no está limpio del todo. Por aquí y por allí tiene sin duda pequeñas motas que lo ensucian. Y el color de mi ordenador tampoco es completamente negro. Una medida en un laboratorio de la radiación que emite lo confirmaría con facilidad. Pero si nada está limpio del todo ni es negro del todo, ¿de dónde hemos sacado nosotros los conceptos de limpio y de negro? Del mundo de las ideas, responde Platón, un mundo del que proceden nuestras almas y del cual todo lo que vemos es solo un burdo reflejo. Esto nos lo explica de forma directa y nos lo escenifica en el mito de la caverna. Pero, si las ideas hacen que las cosas sean como son, y el ser de algo es lo que hace que ese algo sea lo que es, resulta que Platón encuentra el ser de las cosas en el mundo de las ideas. Genial. Además, ambos mundos son conocidos por nosotros de forma distinta, pues las cosas pertenecen al mundo sensible de la opinión mientras que las ideas pertenecen al mundo inteligible del espíritu. Por este descubrimiento del mundo de las ideas Platón ha gozado siempre de la admiración de todo el mundo.
Platón venía de una familia que había ocupado cargos públicos y nació solo dos años después de la muerte de Pericles. Conocía bien la política, pero se dedicó a la filosofía tras escuchar a Sócrates, a cuya muerte asistió en al año 399 a.d.C. Sus teorías políticas las recogió en sus libros La República y Las Leyes. Para él la organización de la república se basa en distribuir la población en tres niveles o clases. La clase dirigente la componen los sabios o filósofos, que como clase dirigente está por encima del resto. Por debajo está la clase de los soldados, encargada de mantener el orden. Y en tercer lugar se sitúa el pueblo, clase trabajadora formada por todos los demás, comerciantes, artesanos y agricultores. Este sistema es absolutamente rígido y autoritario, sin la menor concesión a la democracia. Las dos clases superiores tienen que vivir para su trabajo, y establece para ellas un régimen de comunidad de bienes, incluyendo mujeres e hijos, que pertenecen al Estado. Solo existen propiedad y familia privadas en la clase inferior, a la que le corresponde también suministrar a las clases superiores todo lo necesario para su mantenimiento. A los niños se les educa para una clase determinada y no se puede pasar de una clase a otra, pues eso iría en detrimento de la fortaleza de la clase dirigente, que tiene que ser firmemente reconocida por todos. Además, el estado tiene que velar por la educación de los jóvenes, y para ello trata de implantar como mejor sistema el de una censura rigurosa. En resumen, un sistema completamente totalitario, que le ha traído a Plantón tantas críticas como elogios ha recibido por su descubrimiento del mundo de las ideas.
Karl R. Popper, en el libro La sociedad abierta y sus enemigos, hace una dura crítica de Platón, acusándolo de totalitario, racista y enemigo de la democracia, por dejar al individuo completamente sometido al Estado. Incluso lo acusa de haber traicionado a Sócrates.
La escritora Irene Vallejo ha publicado un libro extraordinario titulado El infinito en un junco, en el que describe de forma magistral, entre otras, la cultura de la Grecia antigua. Dejemos que sean sus palabras las que nos ilustren sobre esta sorprendente personalidad de Platón:
Primero critica con acierto al Platón totalitario:
“Las enseñanzas de Platón siempre me han parecido asombrosamente esquizofrénicas en su explosiva mezcla de libre pensamiento e impulsos autoritarios”. “Platón es partidario de una rígida censura sobre la literatura que leen los jóvenes y la música que pueden escuchar”. “El paso de los años no aplacó los bríos censores de Platón. En su último diálogo, Las leyes, propone prácticamente la creación de una policía poética para vigilar la nueva literatura”.
Luego reconoce fascinada al genio:
“A estas alturas ya no necesito advertir que Platón me interesa y me irrita por partes iguales….Si él mismo hubiera escrito según esos principios estéticos, ahora nos aburriría soberanamente. Y, en cambio, sigue fascinándonos porque, al contrario de lo que prescribe, es agudo, paradójico e inquietante”.
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