Sartre 1/2

Aunque poco citado actualmente en los ámbitos académicos, Sartre es sin duda el filósofo más importante del existencialismo francés. Su filosofía es una defensa absoluta de la libertad. Para él el ser humano es radicalmente libre, lo que le valió fuertes críticas y le creó algunos problemas. En El Reino Unido se prohibió la representación de su obra “A puerta cerrada”; la Unión Soviética prohibió la representación de “Las manos sucias”; El Papa Pío XII colocó toda su obra en el “Índice de Obras Prohibidas”; el filósofo Gabriel Marcel dijo de él que corrompía a la juventud, acusación por la que Sócrates fue condenado a muerte; y por las calles de París se celebraron algunas manifestaciones en las que se gritaba “fusilen a Sartre”, por su oposición a la guerra de Argelia. Pero no todo fueron disgustos: Sartre fue galardonado con el premio Nobel, que él rechazó, y a su entierro asistieron más de cincuenta mil personas.

Su obra filosófica más importante tiene por título El ser y la nada, con el subtítulo, Ensayo de Ontología Fenomenológica, lo cual ya pone de manifiesto la influencia en ella de Husserl y Heidegger. Su punto de partida es la separación que hizo Descartes entre el mundo del pensamiento y el mundo de las cosas, y la importancia que le dio al valor de la negación en la práctica de la libertad, para no dar nunca nuestro consentimiento a aquello que nos parezca una falsedad.

Sartre distingue entre los seres que hay en el mundo y nuestra conciencia. Al ser de los objetos que hay en el mundo (el sol, una palmera o un coche) lo llama ser-en-sí. El ser-en-sí está definido por lo que es, por su esencia. Así, cuando una palmera nos muestra su existencia sube buscando el cielo de forma irremediable. En consecuencia dice que en los seres-en-sí la esencia precede a la existencia, y esa esencia condiciona todo su existir.

El ser de nuestra conciencia es diferente y lo llama ser-para-sí. Naturalmente, estamos sometidos a unas condiciones que no podemos cambiar, como el lugar de nuestro nacimiento o nuestra inteligencia, condiciones a las que llama nuestra facticidad. Pero en el hombre esta facticidad no es determinante, porque más importante que ella es nuestra capacidad para construir nuestra propia vida en función de las decisiones que vayamos tomando haciendo uso de nuestra libertad. Por eso nosotros somos responsables de nuestros pensamientos y autores de nuestra vida; por eso nuestra vida no es un género, sino única para cada uno de nosotros; por eso el ser humano no está determinado por una esencia. El hombre, dice Sartre, es responsable de lo que es y recae sobre él la responsabilidad total de su existencia. En consecuencia, en el ser-para-sí la existencia es anterior a la esencia.

Una diferencia importante entre el-ser-en sí y el ser-para-sí, es que el primero siempre será opaco en el sentido de que una naranja siempre será una naranja, mientras que el ser-para-sí es translúcido en el sentido de que puede tener conciencia de una naranja, de una manzana o de cualquier otra cosa. También podríamos pensar que la conciencia puede tener conciencia de tener conciencia, pero esto nos llevaría a una cadena hasta el infinito. Sartre lo resuelve diciendo que al tener conciencia posicional de algo tenemos también conciencia no posicional de que tenemos conciencia.

Cuando el ser-para-sí busca el ser de los objetos se da cuenta de que lo que percibe no es el ser sino el fenómeno de lo que tiene delante, es decir el objeto visto a través de sus propias categorías. Además el fenómeno no muestra todas las manifestaciones posibles del objeto sino solo algunas de ellas. Para buscar el ser hay que ir más allá del fenómeno. El ser es transfenoménico. El objeto no enmascara su ser pero tampoco lo desvela. Sartre nos presenta al hombre interrogándose por el ser, a la espera de que el mundo, el ser-en-sí, le vaya desvelando su modo de ser. Y este estar a la espera viene impuesto por el carácter intencional del ser-par-sí, porque la conciencia siempre tiene que ser conciencia de algo. Pero si la conciencia siempre tiene que ser conciencia de algo, cuando ese algo desaparece la conciencia se queda en nada. Este es el descubrimiento de Sartre. Ahora se entiende el título del libro, El ser (el ser-en-sí de las cosas) y la nada (el ser-para-sí de la conciencia). Sartre ilustra su descubrimiento con el ejemplo del café.

Sartre acude a un café donde ha quedado citado con su amigo Pierre. Llega con un poco de retraso y por eso espera encontrar ya allí a su amigo. Pero cuando llega Pierre no está. Su expectativa de encontrar a Pierre se ha trastocado en la nada. Recorre el café con la mirada y la nada de Pierre se va imponiendo con fuerza frente a la imagen de un café que se va desvaneciendo, que se va nihilizando, porque en su conciencia solo está la imagen de Pierre y él prácticamente no ve ni identifica nada más. Sartre lo dice así: “Esa forma que se desliza constantemente entre mi mirada y los objetos sólidos y reales del café es precisamente un perpetuo desvanecerse, es Pierre que se destaca como nada sobre el fondo de nihilización del café”. Es la conciencia del ser-para-sí la que introduce la nada en el mundo y lleva a cabo la nihilización del café. La nada se percibe de forma concreta debido a que Sartre tenía la expectativa de encontrar a Pierre, y sostiene que la nada es un elemento ontológico real y objetivo. La ausencia de Pierre revela la nada como algo real y no como un juicio subjetivo. No olvidemos que incluso los juicios positivos encierran siempre una negatividad. Siempre que elijo una posibilidad estoy negando las demás. La nada se da en el meollo mismo del ser para que podamos comprender ese tipo de realidad que llamamos negatividad, que es el resultado de nihilizar un ser. Sobre todo esto dice Sartre lo siguiente: “El ser por el cual la nada adviene al mundo es un ser para el cual, en su ser, está en cuestión la nada de su ser: el ser por el cual la nada adviene al mundo debe ser su propia nada”.

Este ejemplo del café nos muestra que la forma de ser del ser-para-sí es negar o nihilizar. Si la conciencia se identificara con un ser-en-sí dejaría de ser conciencia. Como esa identificación es imposible, niega el objeto poniendo una nada entre ella y el objeto. Al negar aquello que fuera el objeto de su mirada intencional la conciencia crea una distancia, una nada en la que reside su libertad, su ser libre del determinismo del ser en sí. Esta nada que la conciencia introduce al mundo no es otra cosa que su propia libertad, porque su capacidad de negar una elección la aparta de la cadena causal del ser-en-sí.

Cuando Sartre habla del ser-para-sí dice que el que el ser-para-sí es lo que no es y no es lo que es. No soy todavía lo que soy porque mi ser consiste en sus posibilidades; y no soy lo que soy, porque yo no soy solo mis datos fácticos. En otras palabras, el ser-para-sí reconoce lo que no es, a saber, un-ser-en-sí, y al darse cuenta de esta carencia,en un intento de llenarla, el ser-para-sí manifiesta lo que es, la nada.

Imagen de cabecera: Fotografía del entierro de Sartre, bajada de la Fonda Filosófica de Darin McNabb.

Deja un comentario