Marcuse y Habermas

Marcuse y Habermas son dos filósofos de la Escuela de Francfort, conocida por la creación de la llamada Teoría Crítica, que, como ya hemos dicho, practica la crítica de la sociedad y sus elementos dominadores y también la autorreflexión.

Herbert Marcuse (1898-1979) fue seguramente el filósofo más influyente de los años sesenta y setenta del siglo pasado. Partiendo de Marx, hace un análisis de las distintas formas de represión que sufre el hombre relacionadas con el capitalismo, manteniendo que las democracias occidentales, detrás de un relativo bienestar económico y un entorno aparente de permisividad han montado un sistema de represión e instrumentalización de las conciencias. Quizás por eso en las sociedades occidentales todos pensamos siguiendo patrones parecidos y solo unos pocos son capaces de hacerlo con independencia y dando pasos hacia delante. Estamos creando ciudades y hombres unidimensionales, que merman nuestras capacidades de desarrollo personal haciéndonos menos humanos, en el sentido de volvernos indiferentes por lo que pueda pasar a los demás, recortando nuestra capacidad crítica y aceptando, incluso, posiciones de semiesclavitud ante las fuerzas opresoras. Marcuse intentó buscar vías de escape para salir de estas situaciones y las encontró en las llamadas utopías concretas, que no son especulaciones a futuro ni sistemas ideales, sino programas inscritos en el presente para futuros inmediatos, ocultos por el estado actual de cosas. Dice Marcuse: “Nuestras vidas están enganchadas al goce del consumo: satisfacciones sustitutivas y compensatorias de una vida mutilada”.

Partiendo de Freud, hace una crítica del psicoanálisis pronunciándose a favor de una liberación del “ego” o parte racional del hombre que se reconoce como yo, que controla la moralidad y hace de mediador entre los instintos del “ello”, que está más cerca de lo pasional, y los ideales del “superego”, donde queda reflejada la sociedad. De esta manera, con la liberación del ego, mantiene el valor del psicoanálisis pero abre una vía antirrepresiva y de emancipación del deseo. Para Marcuse, el hombre es un animal deseante con dos pulsiones fundamentales que son la vida y la muerte, Eros y Tántalos. Marcuse cree que un exceso de represión conlleva una disminución de la sensualidad y el placer, por lo que propone una reactivación de ambos como modo de relacionarse con el mundo. Dice Marcuse: “Una sociedad que reprime a Eros está condenada a ver reproducirse por todos lados la lógica y la pasión del sacrificio”.

Jurgen Habermas nació en Dusseldorf en 1929 cuando la Escuela de Francfort ya se había creado, por lo que él pertenece a su última etapa, aunque en su filosofía late siempre un afán por recuperar los principios que dieron lugar al nacimiento de la Teoría Crítica. En el año 2003 recibió el premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales.

Habermas es un gran defensor de la filosofía como autorreflexión, “porque nos brinda una protección contra el absolutismo del pensamiento, engendra la unidad de la razón teórica y de la práctica y representa el único medio en cuyo seno puede forjarse la identidad de la sociedad y de sus miembros”. Es también un gran defensor de la razón crítica, como contraposición de la razón instrumental que se había ido implantando en un mundo dominado por criterios de eficacia y eficiencia técnica. En su crítica acusa a la razón instrumental de que nos revela qué medios son más adecuados para un determinado fin, pero nada que nos permita valorar la validez y la moralidad de las acciones correspondientes. También la señala como responsable de que la sociedad haya perdido su papel crítico emancipador y de haber servido de soporte a aparatos de poder y estructuras económicas. Más allá de la razón instrumental, nos dice, “existe todavía razón” en una gama de actividades humanas gobernadas por un entendimiento y unos intereses recíprocos. Solo se trata, por lo tanto, de conseguir un análisis sistemático de estos otros tipos de racionalidad. Una de sus aportaciones más conocidas al mundo del pensamiento es la Teoría de la Acción Comunicativa, en la que el lenguaje juega un papel importante y en la que siempre existe un afán de entendimiento entre las partes. Una comunidad de la comunicación donde primen la razón y el saber crítico sin olvidar la praxis político-social. La acción comunicativa tiene lugar en tres ámbitos diferentes: entre el sujeto y la realidad, entre el sujeto y el mundo de la sociabilidad y entre el sujeto y otra subjetividad. Estos tres ámbitos constituyen lo que él llama el mundo de la vida. El conflicto social ya no es la lucha de clases que señalara Marx sino el que existe entre el sistema, donde se aplica la razón instrumental, y el mundo de la vida, donde priman los valores, las cotidianidades y las emociones. Frente a este tipo de amenaza el viejo marxismo parece inútil. Pero cuando los sistemas económico-estatales pretenden colonizar el mundo de la vida queda aun un punto de salvación, una esperanza, que consiste en que el mundo de la vida reaccione y se haga autónomo frente a las amenazas del sistema que pretende colonizarlo. En su filosofía Habermas propone también una recuperación del kantismo y de lo que Kant entendía por la ilustración. Así, su idea de la modernidad consiste en una emancipación de la subjetividad respecto a la religión y la autoridad. Para él la modernidad debe ser salvada pero superando la filosofía del sujeto, pues ”el paradigma del conocimiento de objetos debe ser sustituido por el paradigma del acuerdo comunicativo entre sujetos capaces de hablar y de obrar”.

Fotografía: Jürgen Habermas recibiendo el premio Príncipe de Asturias

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