
Decíamos en el artículo anterior – El Tractatus. Cosas y palabras – que para reflejar la realidad solemos hacer modelos espaciales como maquetas o dibujos, y que, también, utilizando las palabras, podemos construir proposiciones o modelos lógicos cuya relación con la realidad se establece a través del pensamiento.
Una síntesis de todo esto puede ser la siguiente: Como ya hemos dicho, las proposiciones tienen un sentido y los nombres que las forman tienen que tener una referencia al mundo exterior, por lo que al binomio proposición/nombre le corresponde el binomio sentido/referencia; por otra parte, todas las proposiciones tienen cierta similitud en su forma y necesitan de un contenido, por lo que también se puede hablar del binomio forma/contenido; y como el sentido es algo que se comprende y los nombres algo que necesitamos conocer, se podría hablar también del binomio comprender/conocer. Otro binomio importante es el binomio mostrar/decir. Si una sentencia fuera un conjunto inarticulado de palabras no tendría ningún sentido, que es el valor que adquiere la proposición cuando las palabras se articulan en ella de una forma lógica. Pero ese sentido no puede representarse de ninguna manera, y solo podemos mostrarlo en tanto que representa una situación en el mundo. De una proposición podemos decir el significado de las palabras que la componen, pero no podemos decir nada de su lógica ni de su sentido, aunque ambos quedan mostrados en ella.
Las proposiciones siempre tienen un sentido y lo comprendemos a través de nuestra mente sin que nadie nos lo explique. “Comprendemos el sentido del signo proposicional sin que nos haya sido explicado”, nos dice Wittgenstein en la proposición 4.02. En cambio, los nombres contenidos en estas proposiciones necesitan hacer referencia al mundo exterior. Este referente de los nombres no es objeto de nuestra comprensión, sino que necesitamos conocerlo a través de una explicación. Si digo que la pelota es grande entiendo el sentido de la proposición sin que nadie me lo explique, pero tengo que saber, conocer, qué es una pelota.
Para Wittgenstein una proposición puede ser positiva o negativa. Una proposición negativa sería la que definiera al cuerpo sólido como algo que entorpece el movimiento de los demás. Y una positiva sería la que definiera el espacio como el lugar donde todos los cuerpo pueden moverse libremente. También puede ser verdadera o falsa según se corresponda o no con la realidad. ¿Cómo sabremos de esta verdad o falsedad? Por la experiencia, mirando al mundo a través de la ciencia para comprobarlo. La clarificación de la verdad o falsedad compete pues a la ciencia y no a la filosofía, pues según sus propias palabras, “la filosofía es una lucha contra el embrujo de nuestro entendimiento por medio de nuestro lenguaje” y su objetivo es solo la clarificación lógica de los pensamientos, porque la filosofía no es una doctrina sino una actividad. Por eso, en 4.11 Wittgenstein dice: “La totalidad de las proposiciones verdaderas es la ciencia natural entera”. Lo que puede decirse con sentido, entonces, son las proposiciones de la ciencia natural. Los casos extremos de un análisis lógico de verdad/falsedad son las tautologías y las contradicciones. En la proposición 4,462, Wittgenstein dice de ellas que “no son figuras de la realidad. No representan ningún posible estado de cosas. Porque la tautología permite cualquier posible estado de cosas, y la contradicción ninguno”.
Casi todos los hechos que acaecen en el mundo suelen ser bastante complejos. Y lo mismo que estos hechos complejos se componen de hechos simples, las proposiciones que los representan también están compuestas generalmente por proposiciones elementales. Para Wittgenstein, toda proposición es el resultado de operaciones llevadas a cabo sobre proposiciones elementales. La relación entre estas proposiciones elementales es de carácter interno, lo que quiere decir que no son totalmente independientes unas de otras. Esta relación interna se transmite desde las proposiciones más elementales a las más complejas por lo que las proposiciones elementales desempeñan una función veritativa, y es por eso por lo que la verdad o falsedad de una proposición depende de la verdad o falsedad de las proposiciones elementales que la componen. Una operación interesante es la de la negación de una proposición, pues con ella invertimos su sentido pasándola de verdadera a falsa y se pueden hacer explícitas sus condiciones veritativas.
A continuación Wittgenstein nos mete en el tema del solipsismo. En la proposición 5.6 dice: “Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”. El solipsismo es la idea de que el yo es la única realidad existente y de que solo existe aquello de lo que es consciente el propio yo. Todo lo demás solo son representaciones de ese yo que no tienen existencia independiente. Esto es lo que ya en alguna ocasión hemos llamado idealismo.
Pero el yo de Wittgenstein, no pertenece al mundo, sino que se trata de un yo filosófico que está fuera del mundo, manteniendo con él una relación lógica, pues si el yo estuviera dentro del mundo sería un hecho más de los que en el mundo acontecen, que siempre pueden ser de otra manera a como nosotros los conocemos. Cuando digo que el mundo es mi mundo quiero decir que me refiero al mundo que yo me represento a mí mismo por medio de las proposiciones de mi lenguaje. El mundo, mi mundo, no es más que lo que se describe en las proposiciones verdaderas de mi lenguaje. Al entender de esta manera la relación entre el yo y el mundo, dice Wittgenstein que “el yo del solipsismo se contrae hasta convertirse en un punto inextenso y queda la realidad con él coordinada”. Al eliminar el sujeto del mundo de los hechos, lo que queda es simplemente la realidad, por lo que en la proposición 5.64 dice: “Se ve aquí cómo, llevado a sus últimas consecuencias, el solipsismo coincide con el puro realismo”.
En el próximo y último artículo sobre el Tractatus hablaremos de ética y veremos el sorprendente final de este extraño e influyente libro.
Fotografía: Universidad de Cambridge, inseparable de la vida de Wittgenstein.
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