Zaratustra

Zaratustra es el personaje que utiliza Nietzsche para dejarnos su mensaje relativo al superhombre y al eterno retorno. En un momento dado, Zaratustra se da cuenta de que el hombre vive en una sociedad decadente, de que sus mensajes relativos al progreso, la razón, la libertad o la tolerancia son mera palabrería, y de que vive convertido en un borrego de rebaño.

Zaratustra se retira durante diez años a la montaña para que madure su sabiduría y baja después al pueblo para predicar su doctrina. Cuando Zaratustra dice su primer discurso el fracaso es absoluto. Se ríen de él y no lo entienden. Entonces decide que no puede dirigirse a las masas de forma genérica, y que si busca la transformación de la sociedad tiene que hacerlo mediante un proceso de cambio gradual, como si se tratara de una metamorfosis de varios escalones.

Zaratustra hace una crítica muy fuerte de las enseñanzas y los valores tradicionales. Todos ellos han sido la causa de una situación insostenible que todavía puede ser remediada. Por eso hay que actuar y todos los valores tradicionales tienen que ser superados. Como Platón en La República y como Jesús con su Predicación, Zaratustra pretende cambiar el mundo. En consecuencia, su ataque a la cultura occidental, y por lo tanto al platonismo y al cristianismo que la soportan, es feroz. Todos los valores tradicionales tienen su origen en principios abstractos como la razón o las predicaciones religiosas y tienen que ser cambiados por otros que emanen de la Tierra a la que pertenecemos. ¿Está el hombre capacitado para tal empresa?

Nietzsche combate el binomio tradicional de cuerpo y alma. El cuerpo y el alma son dos aspectos de un mismo fenómeno, que es la voluntad de poder. Porque el ser de las cosas consiste en un deseo de poder sobre otras cosas para dominarlas. Nietzsche considera que la voluntad de poder anida en nosotros al modo de cuantos de poder, que vienen a ser algo así como pequeñas cantidades de energía, y toma cuerpo mediante agrupaciones de estos cuantos, que solo se distinguen unas de otras por la cantidad de energía que manifiestan. No tiene sentido hablar de un solo cuanto de poder aislado. Un cuanto de poder es lo que es sólo al estar en relación con otros cuantos de poder. Por esta voluntad de poder el ser de las cosas consiste en su deseo de poder sobre otras cosas, por dominarlas o asimilarlas. Todas las cosas se distinguen unas de otras por el grado de poder que manifiestan. Considerada de esta forma, la voluntad de poder es la que hace posible el nacimiento del superhombre.

Inspirándose en el ciudadano griego, que Nietzsche conoce perfectamente, Zaratustra propone ya en su primer discurso que el hombre tiene que redimirse a sí mismo, dejar de apoyarse en una sociedad que todo se lo ofrece de manera fácil y sin esfuerzo para él, y convertirse en un superhombre creador de su propio destino. Oponiéndose a todas las corrientes democráticas e igualitarias de su época, Nietzsche es el gran destructor de las raíces de la cultura occidental, pero al mismo tiempo el gran defensor de la individualidad. No se trata de que cada uno de nosotros se convierta en un héroe de película, sino de una superación del género humano. El superhombre no es la encarnación de ninguna fuerza sobrehumana. Solo es un hombre al que se le pide atrevimiento, valor y coraje para que sea el artífice de su propia vida. Como si propusiera un salto evolutivo controlado, propone pasar del hombre al superhombre lo mismo que saltamos del gusano al momo y del mono al hombre.

Zaratustra también nos da a conocer la visión global que él tiene de la vida, conocida como la teoría del eterno retorno: todo se repite, todo vuelve. La variedad de la vida se debe a las distintas combinaciones de los elementos que la componen, y una vez agotadas todas las combinaciones posibles todo vuelve a empezar, como un ciclo que se repite indefinidamente. Por eso, todo lo que acontece en el mundo se repetirá igualmente una y otra vez. Todo volverá eternamente, y con ello todo lo bueno y todo lo malo. Trasladado esto a la vida, no se limita a aceptar y querer la vida una sola vez, sino infinitas veces. “¿Cómo? ¿Era eso la vida? ¡Bien! ¡Volvamos a empezar otra vez!”

Pero esto no es una teoría científica. Solo es una imagen concebida por la mente de un gran escritor, una especie de experimento mental. Aunque el eterno retorno puede tener una interpretación cosmológica en un universo cerrado y eterno, es mucho más importante su planteamiento filosófico, porque nos enfrenta con nuestra propia vida. ¿Cómo reaccionaríamos si una noche alguien nos dijera que nuestra vida, con sus dolores y sus alegrías, se repetiría sin cesar una y otra vez? Antes de dar una respuesta tendríamos que mirar a nuestro pasado y analizar nuestra vida. Luego, contestaríamos con alegría o pesadumbre, contentos o angustiados, según nosotros mismos valoremos lo vivido, y nuestra respuesta sería un sí o un no a la vida. No nos importaría vivir una y mil veces nuestra vida si consideramos que hemos sabido construirnos una vida digna que nos ha hecho felices. Por el contrario, no querríamos volver a vivirla si pensamos que nuestra vida ha sido absurda y que la hemos vivido conforme a unos valores que no eran los que nosotros queríamos. En el primer caso nos sentiríamos satisfechos. En el segundo renegaríamos de la vida convirtiéndonos en negadores del mundo. Pero como Nietzsche no es nihilista sino vitalista, nos invita entonces a preguntarnos qué estaríamos dispuestos a hacer para romper las cadenas que nos han atado, y poder vivir con satisfacción una nueva vida, una vida que pudiéramos desear vivir una y mil veces.

Para Nietzsche cobra un valor especial el momento presente. Nos invita a aferrarnos al presente. En el presente se funden el pasado y el futuro, y afirmar cada instante es afirmar la realidad. Como solo vivimos una vida sabemos que ningún instante volverá, pero en cada presente concreto está la totalidad de la vida, y en cada instante se puede hacer patente la eternidad. Pero para que eso ocurra tenemos que vivir el presente con intensidad y libertad, ateniéndonos a una moral libre, una moral sin rigideces. Y es entonces cuando desearemos estar siempre en ese presente sin estar pendientes del futuro.

“Así habló Zaratustra” es un libro de filosofía, pero no lo parece. Es un texto literario lleno de alegorías, metáforas y parábolas con un menaje filosófico de enorme valor. Su lectura no es fácil y no se puede abordar como si se tratara de una novela o de un texto ligero. Sus interpretaciones pueden ser muy variadas y hasta peligrosas si las miramos desde los extremos y nos quedamos solo en ellos. Efectivamente, denigra virtudes como la compasión y otros valores occidentales de gran mérito, pero su mensaje vitalista y de auto superación viene muy bien a nuestra sociedad, adormecida en parte por el estado del bienestar.    

Fotografía de cabecera: Imagen de Zaratustra, también conocido como Zoroastro, profeta y filósofo iraní fundador del zoroastrismo .

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