
La ética de Spinoza es muy singular, pues parte del principio de que algo es bueno si es bueno para ti, lo que quiere decir que yo puedo hacer todo cuanto me apetezca si considero que es bueno para mí. Esto es cierto pero depende de cómo haga yo mis valoraciones.
Si hago mis valoraciones dominado por fuerzas externas, podré tener esa pauta de conducta pero viviré esclavo de mis pasiones y no podré considerarme un hombre libre. Sin embargo, el deseo no es caprichoso cuando es guiado por la razón, que es la forma más inteligente y libre de desear, y, además, nos conduce al conocimiento de la naturaleza. Para Spinoza, a mayor conocimiento, mayor virtud. Pero no se refiere al conocimiento derivado del trato fortuito con las cosas, sino al conocimiento por las causas que es el que obtenemos a través de la razón, y que es tanto mejor cuanto más cosas concuerden entre nosotros y el objeto de nuestro conocimiento, sean cosas, animales u otros hombres. El paso para saltar de la servidumbre a la libertad es una cuestión de saber la verdad de las cosas. Y como la mayor concordancia que puede tener un hombre con otros objetos es la que tiene con otros hombres, por ambas cosas nos dice Spinoza que “Un hombre actúa absolutamente en virtud de las leyes de su naturaleza cuando vive bajo la guía de la razón, y sólo en esa medida concuerda siempre necesariamente con la naturaleza de otro hombre; por consiguiente, nada hay entre las cosas singulares que sea más útil al hombre que otro hombre”. De ahí que aunque la motivación básica del hombre es egoísta, y el “conatus” nos impulse a la lucha por la conservación de nuestro ser, el hombre no vive solo y aislado, sino integrado en una comunidad con otras personas racionales.
El conocimiento racional esla clave para salir de la esclavitud. Y para ello tenemos que depender de nosotros mismos a través de nuestras propias acciones y no de las afecciones que nos vienen desde el exterior, que son las pasiones. Para ello tenemos que hacer que los afectos que recibimos no se produzcan principalmente por la naturaleza de los objetos externos, sino por nuestra propia naturaleza. Al hacerlo así los afectos dejan de ser pasiones y se convierten en acciones. ¿Cómo puede una pasión convertirse en una acción clara y distinta? Por la razón. “Si separamos una emoción, o sea, un afecto, del pensamiento de una causa exterior, y la unimos a otros pensamientos, resultan destruidos el amor y el odio hacia la causa exterior. Por ejemplo, dice Spinoza, “la tristeza ocasionada por la desaparición de un bien se mitiga tan pronto como el hombre que lo ha perdido considera que ese bien no podía ser conservado de ninguna manera”.
Esto nos obliga a volver sobre el determinismo de Spinoza. Sus textos plantean un determinismo total y aquí nos exhorta a liberarnos de la esclavitud, como si tuviéramos la libertad de hacerlo. En su Fonda Filosófica, el profesor Darin McNabb nos lo explica diciendo que en la medida en que nuestra conducta está determinada o coaccionada por causas externas es cierto que no somos libres, pero en la medida en que nuestra conducta está determinada por nosotros mismos, por la razón, nuestra vida afectiva es propia. Y que todos los actos, tanto los libres como los coaccionados están determinados, con la diferencia de que unos provienen de ideas adecuadas y otros de ideas inadecuadas. El afecto de alegría que sentimos al tener una idea adecuada que aumenta nuestra capacidad de acción, es la expresión de nuestra libertad. Además, cuando hablamos de determinismo no hay que pensar en la causalidad en términos físicos, como el taco que impulsa la bola de billar, sino en términos lógicos y racionalistas, lo mismo que las premisas de un argumento válido hacen que su conclusión sea necesaria.
Spinoza termina su Ética mostrándonos una tercera vía de conocimiento, al que denomina intuición. Recordemos que la primera vía era un conocimiento por la imaginación, que era el que tiene lugar cuando otro cuerpo interactúa con nuestro cuerpo afectándonos según el orden común de la naturaleza, que consiste en el encuentro fortuito de las cosas con cada uno de nosotros. Este conocimiento es distinto para cada uno y nos produce ideas inadecuadas. La segunda vía era el conocimiento racional, que es el que obtenemos por la razón, y es el conocimiento de cada cosa por sus causas. Este conocimiento es igual para todos y nos proporciona ideas adecuadas. El conocimiento por intuición también lo obtenemos por medio de la razón y parte de ideas adecuadas. Sin embargo, entre el conocimiento racional y el conocimiento intuitivo hay una diferencia importante. El primero recorre el camino desde las cosa hacia sus causas, desde las cosas hacia atrás, hasta la naturaleza, hasta integrar cada cosa en la misma esencia de esa Naturaleza que Spinoza identifica con Dios. El conocimiento intuitivo recorre este camino al revés, desde la Naturaleza hasta la cosa para llegar, a la vuelta, a la esencia misma de las cosas. Para Spinoza, la idea de la esencia de las cosas es algo que está fuera del tiempo, como está fuera del tiempo la idea de que las tres alturas de un triangulo se cortan en un solo punto.
Esto supone un salto afectivo importante. Por la razón, un salto hacia adelante en nuestro tono vital nos producía alegría; ahora damos un paso más en el sentido de una mayor perfección, a la que podemos llamar beatitud. Dice Spinoza: “Entre la beatitud y la alegría hay una diferencia de tipo, ya que donde la alegría implica nuestra imperfección y se da en la duración temporal, la beatitud es el afecto de la perfección que no tiene comienzo ni fin”. “Cuanto más rico es cada cual en dicho género de conocimiento, tanta más conciencia tiene de sí mismo y de Dios, es decir, tanto más perfecto y beato es”. “La beatitud no es un premio que se otorga a la virtud, sino que es la virtud misma”. “Todo lo excelso es tan difícil como raro”.
Fotografía: Retrato de Spinoza realizado por Sorolla