Los dioses griegos

De la Grecia clásica hemos aprendido mucho. Allí nacieron el teatro, la filosofía y la democracia occidentales, y crecieron con tal sabiduría y fuerza que todavía vivimos bajo su influencia. Y allí existió también un mundo por encima de la realidad que acogía el afán diario de los ciudadanos: el mundo de sus dioses. Un universo paralelo lleno de dioses y de historias que ellos mismos inventaron y tomaron después como referencia para sus vidas. ¿Cómo y para qué surgieron estos dioses?

Una creencia muy extendida es la que cuenta que nacieron simplemente para buscar explicaciones a fenómenos naturales concretos para los que no tenían explicación, como la lluvia o el rayo. Como si los dioses fueran la personificación de las fuerzas que gobiernan la naturaleza. Aunque puede haber algo de esto en algunos pueblos primitivos la explicación es más profunda. El hombre vivía en una realidad que lo abrumaba, una realidad de la que él mismo formaba parte, que se ocultaba y no se dejaba comprender, desbordando por completo la capacidad de su entendimiento. Siente que la bóveda celeste y la naturaleza toda lo envuelven y lo contemplan sin que él pueda devolver la mirada. Se siente observado sin poder observar al mismo tiempo, y esa situación le causa angustia. El hombre necesita ver, y para ello inventa unos dioses, unas historias y unos mitos a través de los cuales la naturaleza empieza a desvelarse para él. El hombre sin dioses estaba perdido y cada dios le abre un camino nuevo. La realidad se muestra así con más claridad y el hombre puede descubrir en ella diferentes entidades que posibilitan su identificación y la hacen visible.

Es así como con la aparición de los dioses se produce un salto importante en la percepción que el hombre tiene de la realidad, pasando de una situación primera de caos, como misteriosa o sagrada, a otra abierta y diáfana, con unos dioses que cobran formas humanas y ofrecen imágenes reconocibles con las que se puede comunicar. Se produce así una nueva configuración de la realidad, un salto de lo sagrado a lo divino, que abre al hombre una nueva realidad sobre la que se asienta todo cuanto le ofrece la naturaleza en toda su diversidad. Una realidad nueva que transforma el terror inicial al caos en la esperanza de poder verse agraciado por los dioses. De ahí que la aparición de los dioses sea un suceso tranquilizador.

De esta forma lo divino pasó a formar parte de la vida de los antiguos griegos. Una vez creados, los dioses se hacen sentir por los hombres, al mismo tiempo que los hombres no pueden prescindir de ellos, dando lugar a una aparente doble persecución. Los dioses parece que persiguen a los hombres y los hombres parece que persiguen a los dioses. La invención de los dioses supone para el hombre una liberación, pues los ha creado para hablar con ellos, con lo que la angustia inicial se transforma en seguridad. Si antes podía sentirse perseguido ahora puede sentirse igual, pero tiene a quien dirigirse en busca de una explicación. El hombre hace preguntas a los dioses y con las preguntas surge la aparición de la conciencia, porque, curiosamente, las preguntas que se hacen a los dioses no se hacen en demanda de explicaciones sobre la naturaleza en busca de un mayor conocimiento, sino relacionadas con la intimidad de cada uno y la propia vida humana.

La aparición de la conciencia conduce al hombre a enfocar su vida de forma diferente, a una nueva manera de ser hombre. Ahora percibe su propio mundo distinto del mundo de los dioses y en él se siente distinto, se siente libre, dando así un primer paso hacia la libertad. Pero al mismo tiempo, al sentirse separado de los dioses y en su propio mundo, piensa que sus dioses lo han dejado desamparado, con lo que empieza a sentir la soledad. Libertad y soledad son las consecuencias del cambio.

Aunque los dioses se hacen sentir por los hombres sus manifestaciones no tienen lugar de forma continuada, hasta el punto de que parece que se escondieran. Los dioses están siempre presentes pero no se los ve. Por eso se impone el rito del sacrificio, mediante el cual el hombre reclama a los dioses un instante de atención, un solo instante para una manifestación de algo infinito. Con el sacrificio el hombre busca quizás una posible reconciliación y también, con un sentido práctico, concertar con los dioses una especie de trueque: te doy algo a cambio de algo. De esta forma el hombre puede acceder a todo cuanto desee, a sabiendas de que todo pertenece a los dioses y los dioses todo lo saben y todo lo pueden.

¿Cómo tuvo lugar la aparición de los diose? María Zambrano, que nos explica todo esto en su libro El hombre y lo divino, compara la aparición de los dioses griegos con la llegada cada mañana de la luz de la aurora, que va saliendo de la oscuridad de la noche de forma suave y sin luchar contra las tinieblas que van sucumbiendo a su paso. Y lo mismo que la luz del alba nos muestra un orden nuevo, variado, cambiante y rico en matices, así la llegada de los dioses les trajo a los griegos una visión nueva de la realidad, y ellos mismos se manifestaron en múltiples formas y mitos que hacen de la religión de la antigua Grecia una de las más plurales de todas las conocidas. Y al igual que el mundo que se va descubriendo con la luz del alba es un mundo cambiante, el mundo de los dioses griegos y sus múltiples historias y mitos son ricos en acciones en las que la metamorfosis es una de sus protagonistas. Los dioses pueden mostrarse bajo cualquier apariencia. Además, esta luz del amanecer se quedó para siempre entre los dioses pues no en vano Apolo fue el dios de la luz, el dios de la transparencia.

La influencia de la mitología griega en la filosofía fue muy grande. Recordemos que el concepto de alma nació con el mito de Orfeo y Eurídice y que el orfismo formaba parte de la filosofía de los llamados pitagóricos. La pregunta de Tales sobre lo que son las cosas no habría surgido sin la presencia de los dioses. La unidad entre filosofia y poesía en Parménides, Heráclito y Empédocles es evidente. Y el mismo Platón recoge en El Banquete algunas palabras de la sacerdotisa Diótima. Si tuviéramos que pensar en el comienzo de una filosofía absolutamente libre de la influencia de la mitología griega, podríamo decir que nació con Aristóteles.

Fotografía: Estatua de Afrodita en el Círculo de Bellas Artes de Madrid

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