
En la vida ordinaria el sentido de culpa suele asaltarnos por tener alguna cuenta pendiente con alguien o por ser responsables de alguna acción que no nos ha dejado satisfechos conforme a nuestras convicciones morales. En el primer caso el sentido de culpa nos reclama el deber de restituir al otro algo a lo que tiene derecho, y en el segundo la reparación del daño que hayamos podido ocasionar. En ambos casos nos sentimos causantes de una deficiencia en la existencia de otro, y la reparación del daño se hace necesaria siempre que sea posible.
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